EL DIARIO VASCO. 14 abril 2020.
En casa de Eva Covelo y Xabi Sánchez ya no queda harina para tanta galleta y las pilas del mando se agotan a la misma velocidad que la energía de unos padres que, tras un mes de confinamiento, han tenido que aprender a gestionar el teletrabajo con los deberes y labores de manualidades, cuentacuentos y búsquedas del tesoro. Una nueva rutina que, sin embargo, ha dejado atrás el «caos» de los primeros días y a la que se están habituando y hasta disfrutando. La escena bucólica de padres y madres dedicados a contar cuentos y jugar con sus hijos dista bastante de lo que vivieron las primeras semanas de confinamiento esta pareja de Hernani. Reconocen que les «sobrepasó» tener que manejar el teletrabajo con las tareas escolares y demás actividades para entretener a sus tres hijos, Nahia de diez años recién cumplidos, Niko, de 4 y la pequeña Noah, de 18 meses. «Niko dice que hasta que no se vaya el bicho no quiere salir a la calle. La pequeña es algo más tranquila y la mayor no nos ha pedido salir pero sí que necesita movimiento», cuentan. Reconocen que es «duro» que los niños no puedan salir aunque lo entienden y prefieren que estén en casa para evitar que se contagien.
Según explican, «los primeros días fueron un caos total. Nos invadieron la habitación. Estábamos todo el día estresados, metiéndoles prisa para levantarse, desayunar, hacer las tareas…», intentando cumplir con la rutina frenética a la que estaban acostumbrados antes del confinamiento. Hasta que frenaron en seco y su mentalidad cambió por completo. «Nos dijimos: esto va para largo así que vamos a intentar disfrutar». Y funcionó. «Si ahora se levantan a las 9.30 h para desayunar no pasa nada; si ensucian los cristales, pues se limpian; si desordenan pues que lo hagan», comenta esta hernaniarra, que asegura que una vez asimilaron la situación y dejaron de vivir a ritmo marcial están «desestresados» y lo llevan «mejor que antes» aunque siguen estableciendo unas rutinas básicas. También pequeñas obligaciones. «Nahia, la mayor, nos ayuda muchísimo. El otro día nos preparó la cena, una sopa y huevos fritos, con supervisión de la sartén, claro. También hace las camas y cuida un par de horas al día de los pequeños. Han aprendido a jugar los tres juntos», un aspecto positivo que ha traído el confinamiento aunque signifique que se peleen más que antes. «Es normal, hay días que se hacen pesados y hay momentos de discusión, pataletas… Esas son las situaciones más difíciles de manejar, cuando uno se desmadra, porque nos desestabiliza a todos», comenta Xabi con la comprensión lógica de que si para los adultos esta tesitura es complicada, para los hijos también todo es incertidumbre.
Un parque nuevo
Un mes sin salir a la calle es un mundo a los dos años. A Unai le encanta estar en el parque con sus primos y el no poder disfrutarlo como antes empezó a agobiar a sus aitas, Tania Martín e Ibai Saavedra. «Los primeros días se nos hicieron muy duros. Estábamos muy nerviosos, muy negativos, y yo lo pasaba mal por el niño al ver que no podía salir así que decidimos darle la vuelta a la situación y preparar la casa para él. Ha sido la clave», cuenta Tania. Bastó con unas cuantas maderas y una caja de herramientas para montar un parque en la terraza, donde pasan la mayor parte del día. «Nosotros tenemos suerte pero hay familias con niños pequeños que estarán viviendo momentos muy duros en pisos pequeños, sin poder ver la luz y sin más contacto que con las paredes de casa y las pantallas. Habría que flexibilizar más las medidas y dejarles airearse por lo menos a dar la vuelta a la manzana», explica este joven de Errenteria.
A la familia pasaitarra Aycart Zarra se les empiezan a agotar las fuerzas y las ideas. «Empezamos muy a tope, haciendo muchísimas actividades al día, circuitos por el pasillo, carreras cronometradas, discoteca… Somos una familia muy activa, los niños son muy movidos igual que nosotros y tenemos que quemar la energía de otra manera. Pero las ideas y las fuerzas van mermando y no puede ser que acabemos agotados al final del día», cuenta Enara Zarra. Esta situación le ha llevado a reflexionar sobre la necesidad de tener que estar rellenando constantemente de ocio las horas de sus hijos, de 9 y 5 años. «Tienen que aprender a aburrirse y entretenerse solos. Los adultos también necesitamos nuestro espacio personal».
Como pedagoga lamenta que no se haya tenido en cuenta a los más pequeños en esta crisis. «Están en edad de crecimiento y tienen necesidades. Estoy de acuerdo en que haya medidas de salud que cumplir pero pasadas ya unas semanas podrían dejarles salir aunque sea unos treinta minutos o una hora al día. Mis hijos no han pisado la calle desde hace un mes y dos días exactamente, son muy movidos, necesitan hacer mucho ejercicio y aunque lo han entendido perfectamente van notando el estar encerrados», añade.