Alex Txikon

Alex Txikon

Alpinista, aizkolari e hijo de familia numerosa

Pocas veces entrevistamos a hijos/as de familias numerosas, suelen ser más padres o madres, pero esta excepción merece la pena. Y es que Alex Txikon es el pequeño de 13 hermanos/as, el benjamín de una gran saga de mujeres y hombres curtidos en el deporte y el esfuerzo.

Con tan solo 21 años coronó su primer ocho mil, y ya ha ascendido a 11 de los 14. Pero en 2011 decidió embarcarse en “otra forma de hacer alpinismo”, esa que implica ir solo, y muchas veces en invierno. Caras norte, grandes paredes, nuevas rutas… hasta que en 2016 se convirtió en el primer ser humano en pisar la cumbre del Nanga Parbat (8.126 metros de altura) en invierno. Sin embargo, en esta ocasión, no ha podido realizar la hazaña, es decir, ser el primero en llegar a la cumbre del Everest en invierno y sin oxígeno; pero, tal y como ha demostrado anteriormente, los retos no suelen cumplirse en el primer intento… 

Ser el pequeño de 13 hermanos/as… eso tiene que dejar huella. ¿Cómo fue tu infancia en una familia tan numerosa?

Ser una gran familia me trae muchos recuerdos, me siento muy querido y así me he sentido siempre. Sin embargo, de pequeño me costaba mucho diferenciar, sobre todo, lo que está bien y lo que está mal, ya que el hecho de ser tantos hermanos y hermanas me creó confusión en ese sentido.

¿Qué es lo que recuerdas con más cariño o aprecio de aquellos años?

Lo recuerdo con mucho cariño, la verdad. Con mis hermanos y hermanas, con mis sobrinos/as… ya que, de hecho, tengo dos sobrinos que son mayores que yo. Siempre me he sentido muy feliz, desde mi juventud.

Hasta los 14 o 15 años siempre solíamos estar en la plaza de al lado de casa, jugando. Además, cerca de casa hay una cantera y la mayoría del tiempo lo pasábamos allí.

¿En qué te ha influido el hecho de ser tantos hermanos y hermanas?

Desde pequeño he tenido a mis hermanos y hermanas mayores como referente. Al fin y al cabo, siempre hemos tratado de imitarles, y, principalmente, les tengo tanta estima porque ellos y ellas me han críado.

¿Y tú, que es lo que más valoras de tus hermanos/as mayores?

Mi hermana mayor es igual que mi madre, como las mujeres de antaño. Es una de esas personas que nunca haría nada malo a nadie y, sobre todo, una persona buena que nos quiere mucho a todos. Además, se llama Dolores, igual que mi madre.

Echando la vista atrás y mirándola ahora de frente, ¿qué piensas de mujeres como tu madre?

 Pensando en mi madre, me viene a la cabeza una mujer enorme, todo un monumento. Ya no las hay como ella; nació en el año 35, poco antes de la guerra. Acostumbrada a hacer las tareas de casa y a trabajar, inmersa en aquella sociedad machista del pasado. Tal y como dice el refrán “Haz el bien sin mirar a quién”, nunca le ha hecho mal a nadie, sino todo lo contrario, siempre hay un plato en la mesa para todas aquellas personas que se acercan a casa. Solo hay una madre, pero, a decir verdad, la mía es especial; Dolores es especial.

¿Y cómo comenzó tu afición a la montaña en esos años? ¿Fue un deporte que practicasteis en familia o lo hacías con tu padre/madre o algún hermano/a en especial?

Mi afición comenzó de la mano de mi hermano Javi, cuando subí con él al Gorbea. Mis padres no eran tan aficionados, por eso iba con mi hermano. Más adelante, entre los 3 y 8 años empecé a ir con él, pero desde los 8 hasta los 14, no quise saber nada sobre la montaña.

¿Algún otro hermano/a se ha dedicado al alpinismo?

Sí, Javi subió el monte Cho Oyu (8201 m) desde el Tibet y ha estado en el Pamir, el Pico Lenin, Sudamérica, los Andes y el Himalaya. En total, hemos hecho cinco expediciones juntos.

¿Y dentro de tu familia, qué valores crees que te han transmitido? ¿Ha influido en algo el hecho de que fuerais una familia de 15 miembros?

A decir verdad, lo que más he aprendido es a compartir. Es decir, a no mirar solo por mí, a levantar la vista de mi ombligo, a mirar por el bien del grupo y para que en casa todos tengamos de todo.

Es de suponer que la fortaleza y constancia tienen que ser dos de esos valores…

Lo que más he aprendido de mi madre es cuánto se puede hacer con pocos recursos y, sobre todo, la fortaleza que transmite para que no haya ni una sola fisura. Me ha transmitido felicidad, alegría, pasión y buscar siempre algo mejor.

Y centrándonos en tu gran pasión, ¿qué es para ti el alpinismo, tu alpinismo?

Para mí el alpinismo es una manera de entender el mundo y que me da la oportunidad de viajar. De hecho, a través de la montaña he conocido el mundo, y para mí eso es muy enriquecedor.

Tu amigo Iñaki Ochoa de Olza decía: “Solamente espero el momento de subir bien alto para mirar una vez más con infinita libertad hacia mi interior”. ¿Tú qué sientes allí arriba, con todos los esfuerzos, renuncias y sacrificios que supone?

Me siento muy a gusto allí arriba; siempre me ha gustado y ahora me gusta cada vez más. Mis amigos más cercanos eran alpinistas y, al final, yo también he acabado siéndolo. Me encuentro muy a gusto en las montañas de esta altura, desde el principio me he sentido cómodo y sigo sintiéndome tanto como cuando empecé. Me siento en libertad, libre, en una morrena, en mi casa, y no solo libre, sino cómodo. Sufro, pero soy feliz, ya que en la montaña encuentro todas las cosas que echo de menos en esta sociedad. En ellas, todo es distinto.

Pero en expediciones como ésta, también se hará muy dura la espera, las semanas de vigilia hasta que se pueda atacar o no la cima… 

Me hace sufrir mucho y se me hace muy dura la espera en el campamento base. Pero siempre hay mucho trabajo por hacer y, como al final todo tiene que pasar por mis manos, siempre tengo mil cosas que hacer.

¿Y tu familia qué te dice cuando les dices que quieres emprender un nuevo y casi imposible reto? ¿Cómo lo llevan?

La familia, en mi opinión, lo pasa mal, aunque quizá no sea el más indicado para decir esto. Sin embargo, a mi vuelta disfrutan muchísimo. Mi madre, por ejemplo, estuvo ingresada en el hospital antes de que viniera y, nada más llegar, se le fueron todos los males y se recuperó. A decir verdad, ya están acostumbrados, porque ya son muchos años y muchas expediciones, pero se alegran de verme volver siempre.

Tú, después de 11 ochomiles y experimentar la pérdida de amigos y compañeros, ¿eres plenamente consciente del riesgo, por mucho que sea tu pasión? ¿Cómo lo sobrellevas?

11 montañas distintas y, en total, 12 ochomiles. Son muchos los amigos que se han quedado en el camino y tenemos muchos peligros frente a nosotros. Además, desde que hace tres o cuatro años tomé el liderazgo, tengo una gran responsabilidad y tengo que ocuparme de que no nos pase nada ni a mí ni a ninguno de mis compañeros. Mi secreto es que soy muy calculador y siempre hago lo mismo; por ejemplo, siempre paso por la izquierda, y, si paso por la derecha, me pongo nervioso, como si algo me fuera a pasar.

El haber palpado el peligro, el sufrimiento extremo, la incertidumbre y el éxtasis de forma tan intensa y repetida, ¿cómo te influye luego en tus periodos entre expediciones? Después de esas largas escapadas, ¿te adaptas bien a tu día a día?

Me adapto bien, pero los momentos de transición se me hacen muy difíciles; ese momento entre salir de casa y llegar a la montaña y, sobre todo, la vuelta, ya que me cuesta mucho adaptarme al día a día. A decir verdad, los peligros y las preocupaciones las asumimos en gran medida, ya que sabemos a qué nos enfrentamos y tenemos que asumir que todos nacemos y morimos.

¿Y qué les dirías a los padres y las madres que ven que sus hijo/as empiezan a sentir el “gusanillo” por la alta montaña y el alpinismo? Porque no es como ponerse una botas o patines y saltar a una cancha…

Hay que prestar atención a los niños y niñas y llevarlas a la montaña a disfrutar; tiene que ser un juego y deben sentir que están jugando. Es decir, no hay que presionarlos para que hagan una cumbre, sino dirigirse a ella conversando con ellos/as. Yo recuerdo que sentía mucha presión y, como he dicho, se me hacía muy duro y durante unos años no me agradaba tanto.

Alex, tan sólo nos queda desearte toda la suerte del mundo. Que la montaña te respete tanto como tú a ella.

Muchas gracias de corazón. Me he sentido muy a gusto respondiendo a vuestras preguntas y dudas. Seguid luchando por vuestros sueños y disfrutando de la naturaleza. ¡Hasta pronto!

 

Alex