EL CORREO. Opinión.
Planea sobre los Presupuestos vascos la temible sombra de los recortes sociales. En el horizonte asoman las tijeras que tiene preparadas el Gobierno vasco para las ayudas directas e indirectas a las familias. El plan es que las ayudas por hijo y a la conciliación, ya de por sí rácanas, representen cada vez menos peso en el Presupuesto del gasto social. Este ataque a las ayudas directas a las familias ha juntado en su rechazo a las izquierdas y a la derecha de la oposición en el Parlamento vasco. Es algo que no suele ocurrir cuando se trata de defender las conquistas sociales y profundizar en el desarrollo del Estado de Bienestar. Derechas e izquierdas por fin coinciden en la importancia de defender y proteger a las familias, que no es otra cosa que contribuir a la calidad de vida de niños y niñas que han sido los principales damnificados del estrangulamiento de los recursos dedicados a la protección social tras la gran recesión.
La familia parece una cosa de derechas, pero no lo es. Las grandes manifestaciones reivindicando la familia de los últimos años han estado monopolizadas por las fuerzas políticas, sociales y religiosas más conservadoras. Ya sabemos que hay muchas clases de familia, de hecho las fuerzas progresistas han ayudado a mejorar y ampliar los derechos políticos y libertades de cualquier unión basada en el amor y la propia voluntad, independientemente del sexo, la edad o el número de progenitores. Algo que después ha sido asumido mayoritariamente por el resto de la sociedad. La izquierda española ha intentado en los últimos años hacer suyo también el concepto de patria, pero no ha hecho el mismo esfuerzo intelectual y político para situar la protección a la familia en el mismo nivel y detalle con que se debate la calidad de vida de los mayores y la necesaria defensa de sus pensiones.
Nuestro Estado de Bienestar, incluido el desarrollado específicamente en Euskadi, sale muy mal parado si lo comparamos con las democracias más avanzadas de nuestro entorno. Además, sabemos que la brecha es mucho más vergonzante si solo comparamos las ayudas destinadas a la familia y la atención a la infancia. El gasto social ha estado tradicionalmente más vinculado a los trabajadores que a las personas. Por eso el debate que se abre sobre las pensiones está muy vinculado a los años de cotización laboral.
El Estado debe ayudar a minimizar el efecto que pueda tener en la carrera laboral de una mujer y de un hombre la oportunidad de tener, criar y atender a los hijos que decidan tener en su familia. Las ayudas directas por hijo son universales en los países avanzados porque se sabe que la familia es el sustento de la sociedad y se es consciente que uno de los mayores retos que tienen los países europeos es el reto demográfico. Por eso hace bien la izquierda en oponerse junto al Partido Popular a cualquier medida presupuestaria que quieran desarrollar el Gobierno del PNV y del Partido Socialista que lleve implícito cualquier recorte que se haga a las ayudas a la familia. Es un derecho subjetivo que necesita recursos reales para ser efectivo. La defensa de la familia es cosa de todos.
Braulio Gómez