Fernando González Lucini, padre de familia numerosa, Maestro Nacional y Licenciado en Pedagogía ha consagrado 20 años a la enseñanza en escuelas primarias y otros cinco a la formación pedagógica del profesorado de la Escuela Universitaria. Es uno de los mayores expertos y defensores de la Educación en Valores, sobre la que ha realizado múltiples proyectos, publicado libros y realizado manuales, entre otras para las editoriales Anaya, Edelvives o Alhambra.
“Es muy difícil que unos niños o adolescentes vivan unos valores, si no los encuentran en su experiencia cotidiana vividos a su alrededor,… al niño se le educa desde que nace”
“Una familia numerosa permite la oportunidad de compartir más experiencias y de vivir lo que es el grupo humano, la diversidad, la igualdad, el respeto, la colaboración o la corresponsabilidad…”
“Los valores son como guías, como la brújula, que te va indicando el camino que conduce a la verdadera felicidad,… y por los cuales cada persona luego va a canalizar su proyecto de vida”
Hace ya 15 años usted organizó el primer Congreso sobre Educación en Valores, ¿qué le impulsó a llevarlo a cabo?
Fue a raíz de la reforma educativa que se planteó en aquellos años, la LOGSE, que hablaba de la importancia de la educación en valores e inauguraba lo que llamamos los temas transversales y me pareció que, aunque siempre la escuela ha educado en valores, era interesante incidir en lo que decía la ley mediante una reflexión con expertos de ámbito nacional.
Por qué, ¿qué es propiamente la Educación en Valores?
Yo creo que la educación, fundamentalmente lo que hace es humanizar, desarrollar las dimensiones más profundamente humanas y en ese sentido la educación en sí misma es educación en valores. La educación es potenciar, no solamente el desarrollo intelectual, sino el desarrollo moral de los niños y adolescentes. Por lo tanto, la educación en valores no es algo separado del proceso educativo, sino que es algo intrínseco a la tarea educativa.
¿Y por qué es tan importante?
En la vida nos encontramos con laberintos que nos presentan distintos caminos a recorrer, todos ellos prometiendo al final, alcanzar la felicidad. En el fondo vivir es esa búsqueda del sentido de la vida, de la felicidad. Los valores son como guías, como la brújula, que te va indicando el camino que conduce a la verdadera felicidad. Entonces, si buscas el valor del tener, del poseer, como valor absoluto, pues lógicamente la vida de la persona se enfoca hacia ahí. Si los valores que buscas son el amor y la ternura, la generosidad, el construir un mundo mejor, pues el itinerario o camino que recorre es diferente. De alguna manera, la educación en valores, da los indicadores por los cuales cada persona luego va a canalizar su proyecto de vida.
Pero un error suele ser identificar o vincular todo lo referente a los valores con lo religioso, tradicional o, incluso, anacrónico…
Es indiscutible que, cuando se habla de valores, surge la perspectiva cristiana y la referencia de Jesús de Nazaret, pero todos esos valores no son en exclusiva de una creencia o ideología. Esos valores son valores compartidos; es el patrimonio de la humanidad, son básicos y afectan a cualquier persona sea de la ideología que sea, en el ámbito de lo que es la experiencia democrática.
Luego, hay valores considerados como tradicionales o ñoños, como la misericordia o la bondad, pero son fundamentales. Son lo que yo llamo los pequeños valores: sin misericordia no hay solidaridad, el perdón es la base de la reconciliación y del diálogo.
Y siendo tan básicos, ¿sabemos realmente los padres Educar en Valores?
El tema de los padres es muy complicado. En primer lugar, a ningún padre se le da un curso de cómo educar en valores y en segundo lugar, los padres tiene que luchar contra todo un conjunto de plataformas o instituciones desde las cuales se educa en los valores contrarios a los que los propios padres quieren educar. Tienen influencias indiscutibles la televisión, la publicidad, el consumo… Por otra parte, la educación requiere tiempo y los padres cada vez tienen menos tiempo para dedicar a los hijos.
Al margen de todo esto, la paternidad implica la educación en valores de los hijos; implica dar a un hijo un proyecto de vida. El tema de la familia es complicado y es fácil. No es necesario un programa de educación y algo complejo; es el testimonio de los padres y la vida en común, lo que más educa en valores. Perder el tiempo con los hijos, a veces es no cortar la televisión y comentar lo que vemos…
¿Hay verdaderamente una crisis o una ausencia de estos valores entre los jóvenes y niños de hoy en día?
Yo la verdad es que no lo creo. Se habla mucho de la crisis de valores y hay valores que se han perdido realmente, pero existen otros valores que se mantienen y que en cada momento se van manifestando. Pero el problema está en que la sociedad está imponiendo unos valores que ni ellos mismos saben cómo salir de esa trampa, que es peligrosísima. Si tenemos una sociedad cada vez más consumista, donde el valor absoluto es “el tener y no el ser” y el chaval, si no tiene un MP3 y un móvil, no es feliz y esto desde pequeñito lo está viendo, pues esto hace que estos chavales tengan muchas dificultades para vivir el mundo de valores, porque la sociedad le está imponiendo otro modelo.
¿Y qué pasa en las aulas, en los colegios?
Esto es una cuestión de corresponsabilidad. Ahí el profesorado, el colegio y la familia, deben asumir una labor de corresponsabilidad en la educación de los hijos, es una tarea compartida. Los problemas surgen cuando los padres delegan en la escuela, pero en el momento en que la escuela actúa de una manera que a los padres no les gusta o al niño no le gusta, pues entonces la familia se rebela contra la escuela. Al mismo tiempo la escuela se rebela contra los padres, porque estos no colaboran.
El problema con el que se encuentran los padres hoy en día es que al tener mucho menos tiempo para los hijos, los padres nos sentimos preocupados y responsables de no atenderlos suficientemente y les damos entonces una superprotección que es tremenda. Eso hace que los niños vivan una doble moral; una moral, la que viven en familia y lo que cuentan a los padres y otra moral la que viven en la calle y en el colegio. Los padres pueden pensar que tienen un hijo maravilloso y quizá esa mañana ha mandado a paseo al profesor…
¿Cómo lograr que los jóvenes asuman los deberes en una sociedad en la que no se quiere hablar de responsabilidad y se elude la palabra sacrificio?
El sacrificio es otro de los grandes valores perdidos. Pero es muy difícil que unos niños o adolescentes vivan unos valores, si no los encuentran en su experiencia cotidiana vividos a su alrededor. Cómo se va a responsabilizar o a sacrificar un hijo, cuando quizá en su entorno nadie se sacrifica o se responsabiliza. Cuando un adolescente contempla panoramas como el de la política, donde en estos últimos meses aquí todo vale, con una televisión basura, en el que más gana es el que vende más mentiras o el que enseña más carne… En ese mundo es muy difícil que los chavales sean responsables o tolerantes.
¿Y en qué momento podemos empezar a educar a nuestros hijos en valores? ¿Se deben transmitir por edades o etapas de madurez?
Yo creo que desde pequeñito. Desde que el niño está en el vientre materno, siente las palpitaciones de ternura de la familia y la buena acogida y la alegría y el gozo de tener un hijo. Luego, desde pequeños hay que educarles en valores; los hay como la exigencia o la responsabilidad, que desde los cinco años pueden ir adquiriendo. Educarles en la capacidad de elegir, en decir sí o no, en la libertad, pero con responsabilidad. No hay propiamente una edad.
Lo que es un error es empezar a educar en valores, cuando ya las bases de la personalidad del niño ya están prácticamente formadas, que es en los primeros años de la vida. En cada etapa hay que hacerlo de forma diferente e incidiendo en distintos valores pero, como he dicho, la educación en valores es intrínseca a la tarea de educar y al niño se le educa desde que nace.
Las familias numerosas quizá no lo tengamos más fácil para educar a nuestros hijos, pero sí se nos presentan más oportunidades de inculcar estos valores…
Yo soy padre de familia numerosa, tengo cuatro hijos, y sé que está el problema de que cada hijo es diferente. Cada uno necesita una forma de atenderle, de responder a sus necesidades, hay que evaluarle de forma distinta. Yo pienso que ser padre o madre de una familia numerosa implica ser un poco psicólogo, intuitivo…
Pero, sin duda, una familia numerosa permite la oportunidad de compartir más experiencias y de vivir lo que es el grupo humano, la diversidad, la igualdad, el respeto, la colaboración o la corresponsabilidad… La familia numerosa, como un micromundo, permite vivir todos esos valores a un nivel muy cercano y afectivo y eso enriquece tremendamente. Yo sé que económicamente o socialmente tener familia numerosa es muy complicado, pero al mismo tiempo las posibilidades educativas que abre son inmensas. Pero tener esos hijos implica por parte de los padres el sacrificarse por ellos y el renunciar a muchas cosas y hoy en día el problema es que los adultos somos los primeros que no vivimos los valores y no nos gusta esforzarnos, sacrificarnos, responsabilizarnos…
En la familia también están presentes los abuelos, que hoy en día están bastante marginados y al mismo tiempo, bastante utilizados.
¿Y qué valores podemos reforzar en nuestras familias?
Para mí, el elemento constitucional de una familia es la afectividad, el cariño, la ternura… y cuando están presentes en una familia numerosa, te ayudan a superar todas las dificultades y te ayuda a comprendernos y a admitirnos como somos y a disculparnos y a sobrellevarnos. Si no hay ternura, todo eso se va al garete.
Y en todo esto tienen mucho que decir también los abuelos, que en la casa siempre han sido un referente en los valores. En la familia también están presentes los abuelos, que hoy en día están bastante marginados y al mismo tiempo, bastante utilizados. Deben seguir siendo un referente, y esta sociedad debe ser mucho más cariñosa y generosa con ellos. Cuando se hacen más inútiles es cuando más necesitan de nosotros, de nuestro afecto y cariño.
Por último, qué nos puede decir de la televisión, Internet… ¿pueden pisar la educación que los padres queremos transmitir a nuestros hijos?
Internet es una maravilla, desde el punto de vista tecnológico y nos está ayudando tremendamente para muchas cosas. Internet tiene el riesgo de saber utilizarlo. Para mí es una joya que tenemos en nuestras manos, pero que hay que saber utilizarlo con inteligencia y aplicando el criterio de la libertad. No puede ser un sistema o herramienta que me domine.
A los niños hay que enseñarles a desarrollar la libertad de qué es lo que quieren ver o no, cuánto tiempo utilizarlo y todo con responsabilidad. Deben saber que Internet es una herramienta que utilizamos cuando la necesitamos, por su puesto, y como ocio, pero como cuando vamos al cine u otra afición… con mesura.
Muchas gracias por sus consejos. Quedamos pendientes, hasta nuestro próximo congreso en Octubre, para continuar esta conversación.