(El Correo. El Diario Vasco). La Encuesta de Hogares y Familias del Gobierno vasco revela una creciente preocupación por el futuro de los hijos en un contexto de elevado paro juvenil
Renunciar a tener hijos o a aumentar la prole no siempre responde a una decisión deseada. Bajo una de las tasas de fecundidad más bajas de Europa, se esconden múltiples y entrelazados factores entre los cuales el coste de la crianza también pesa cuando una pareja o una mujer en solitario retrasa la maternidad, a veces sin vuelta atrás. 7.015 hogares vascos, casi un 1% del total, se reconocen en ese problema, según datos recogidos en la Encuesta de Familias y Hogares, recientemente publicada por el Departamento de Política Social del Gobierno vasco. En contra de su deseo, no ampliaron la familia porque no reunían las condiciones materiales y económicas oportunas.
La decisión de tener un hijo se plantea hoy en un escenario incierto. La encuesta, que permite un retrato de los hogares y de los problemas que acusan, refleja por ejemplo la creciente preocupación de los padres por el futuro de sus vástagos. Un 13,8% manifestó ese temor relacionado con un contexto económico y laboral precarios. La preocupación por el empleo es, de hecho, el denominador común para muchos hogares vascos, con mayor o menor impacto. Las principales preocupaciones observadas se vinculan al paro y al trabajo precario (18,8%) y a la baja calidad del empleo (6,2%), realidades que escriben el trasfondo de otras carencias, como la falta de ingresos para contratar a un cuidador de una persona mayor (25.617 hogares) o para hacer frente a los gastos energéticos de la casa (más de 101.696 hogares, el 11%), por ejemplo. El análisis aporta información mucho más detallada en función del tipo de hogar y familia.
En números absolutos y porcentuales, el problema de la falta de recursos económicos que impide tener los hijos deseados apenas alcanza al 1% de los hogares vascos, pero llama la atención por su importancia en una sociedad envejecida y con una natalidad que sigue en horas bajas, una bomba demográfica. El retraso en la edad de la maternidad –en Euskadi el primer hijo se tiene de media a los 32,4 años– es un hecho y estamos a las puertas de que España tenga la generación más infecunda de todas las mujeres nacidas en los últimos 130 años. Un estudio reciente realizado por el Centre d’Estudis Demogràfics (UAB) de Cataluña ha concluido que una de cada cuatro mujeres nacidas en 1975 no han sido madres, en contra de su deseo. Los autores del artículo señalan a la desigualdad de género –las mujeres siguen cargando en su mayoría con el cuidado de los hijos–, la precariedad laboral y la falta de ayudas como las principales trabas.
Una política de familia
«Se quiera o no, el coste de la crianza de los hijos influye. Sin recursos materiales o económicos es difícil plantearse la paternidad o maternidad, aunque también es verdad que hay partidas de gasto donde se pueden hacer esfuerzos para estirar el presupuesto familiar. Es lógico que la incertidumbre laboral pese mucho en la decisión. No obstante, antes de la crisis económica ya estábamos a la cola de la natalidad de Europa, por lo que hay problemas estructurales y organizativos más de fondo, que no dependen únicamente de la capacidad económica», analiza Natalia Diez-Caballero, directora de Hirukide, la asociación de familias numerosas.
En un escenario de baja natalidad, se han convertido en una especie en extinción, comparado su peso demográfico con el de hace un par de décadas, si bien la cifra en Euskadi se ha estabilizado en torno a las 24.000 en los últimos años. «Seríamos más si tuviéramos una sociedad más inclusiva con las familias con hijos y estas pudieran tener el número deseado sin tener que hacer malabares para poderlos criar», dice Diez-Caballero, incansable en la batalla por defender más apoyo a las familias. «Todo sería más fácil si hubiera políticas públicas de apoyo a la familia, igual que es más fácil comprarse un coche si hay políticas que lo incentiven, o proteger y fomentar nuestra lengua si hay políticas lingüísticas con recursos suficientes».
El problema, señala, es que Euskadi y el Estado en general no han hecho los deberes. «Todavía no tenemos gobernantes con la decisión y convencimiento necesarios para afrontar una política familiar integral e interinstitucional sólida en el tiempo y con los recursos necesarios», asegura. No habla únicamente de ayudas económicas. «Lo importante es que se lleven a cabo políticas que faciliten el día a día de las familias con hijos, que se tenga una perspectiva familiar a la hora de legislar y que no todo sean trabas». El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha defendido dar un nuevo impulso a la estrategia en esta legislatura, con la promesa anunciada de aumentar las partidas por nacimiento y conciliación.
La palabra mágica es esa, conciliación. «Tiene que haber unos horarios compatibles con la familia, mayor equiparación entre los horarios laborales y escolares». Hirukide aboga por promover servicios públicos de actividades, colonias, o campamentos con horarios que permitan de verdad conciliar en esos largos periodos vacacionales. «Si muchas parejas deciden no tener hijos o más hijos es, además de por las dificultades o incertidumbres económicas, por los problemas de conciliación y el grandísimo sobre coste que supone solventarlos». Con ello, las ayudas deben tener un carácter universal, como hace el resto de países europeos, y solicita que el sistema de renta familiar estandarizada, que ya ha comenzado a aplicar el Gobierno vasco para ponderar la renta familiar en función de la composición del hogar, debería extenderse a todas las administraciones.
Más desigualdades
El consultor social Fernando Fantova va más allá del fomento de la natalidad y habla de «refundar» el Estado de Bienestar para generar un caldo de cultivo propicio no solo a facilitar la crianza de los hijos, sino a garantizar desde la equidad social los cuidados en general, desde la primera infancia y hasta la vejez, una de las preocupaciones evidentes de los hogares vascos que refleja la encuesta. Fantova, que fue viceconsejero de Asuntos Sociales en la legislatura socialista, detecta en los resultados señales claras «de una sociedad en transición, un cambio que va más allá de la crisis y que lleva varias décadas gestándose. La sociedad nueva que emerge ya no se ajusta bien a las medidas de protección tradicionales», basadas en un modelo de familia clásico, especialmente en el de los cuidados por parte de la mujer y en la seguridad de un empleo estable, advierte.
Sintonía de estos tiempos es que crezca la preocupación por el futuro de los hijos, o que el contexto económico de mayor inquietud no invite a ser padres. «Evidentemente hay que atajar las desigualdades, como la laboral», pero la receta se quedaría corta solo con más ayudas económicas, «que es lo fácil». Para Fantova, debe «invertirse en más equidad y cohesión social». «Es la hora de los servicios, de acompañar a las familias para que puedan tener hijos y a los mayores para que puedan ser cuidados», reivindica.