EL DIARIO VASCO. Hirukide, la federación de asociaciones vascas de familias numerosas, celebró ayer en Donostia su octavo congreso. En esta ocasión se ha centrado en la ciberseguridad y las redes sociales. Entre los ponentes se encontraba Manuel Viota, jefe de la Sección de Delitos Informáticos de la Ertzaintza, que ante la brecha digital entre padres e hijos aboga por educar a los niños «con los mismos parámetros que nos educaron a nosotros para protegerlos de las malas personas que hay en internet».
– ¿Cómo pueden controlar los padres a los niños ante los peligros de internet, cuando son más ‘analfabetos’ tecnológicos que sus hijos?
– Efectivamente, hay una gran brecha digital entre lo que sabemos los padres y lo que saben nuestros hijos. Va a ser imposible que un padre llegue a enterarse de todo lo que sabe o hace su hijo porque el conocimiento en ellos va avanzando a unas marchas increíbles y las distancias no se pueden acortar. Con este panorama, la protección de los menores ante internet hay que hacerla como se ha hecho siempre en la educación infantil, con los mismos parámetros que nos educaban nuestros padres. No protegemos a los niños de internet, los protegemos de las personas malas que hay en internet, y esos sinvergüenzas tienen las mismas motivaciones que antes: buscan dinero, sexo, poder o hacer daño gratuitamente. Contra ellos hay que utilizar las mismas medidas que antes pero aplicadas a la red: no ir a sitios oscuros, tener cuidado con quién se habla, no dar datos, no comprar en sitios raros, recordar que nada es gratis…
«El acosador sexual por internet suele estar cerca porque lo que quiere es contacto sexual»
– ¿En el caso del acoso sexual por la red, cuál es el perfil del acosador?
– Puede variar. Hemos tenido detenidos de todos los estratos sociales, de todas las culturas y de todas las profesiones. Realmente no hay un perfil tipo. Sí es cierto que los que hemos detenido nosotros casi siempre han sido hombres. Eso sí, desde chavales de 20 años a hombres de más de 60. El abanico se amplía mucho dependiendo de la conducta, de las orientaciones y del respeto que tengan por los demás y por la ley.
– ¿Han trabajado en casos especialmente duros?
– Sí, hay casos muy fuertes de los que es mejor no hablar porque afectan a personas. Ahora estamos investigando alguno, de los que no puedo decir nada por la fase en la que se encuentran. También es verdad que no se dan tantos casos como la gente piensa, o al menos no se denuncian. Está la cifra que llamamos negra de casos que no salen a la luz. Hay que entender que es muy duro, por ejemplo, para una adolescente decir que le están acosando o que envíe unas fotos desnuda. Los casos no se suelen conocer hasta que los críos explotan, porque ya no pueden más, o porque los padres se han dado cuenta…
– ¿Es muy difícil controlar casos de ciberacoso teniendo en cuenta que en internet no hay fronteras?
– Curiosamente en los acosos, tanto a menores como a mayores, hay un elemento común, es gente cercana físicamente al acosado. Ha habido algún caso que nos ha llevado a Sudamérica, pero la mayoría de las ocasiones es gente de aquí. Lo que quieren los delincuentes es tener contacto sexual explícito con los menores. Si se está engatusando a una chica de Filipinas, por ejemplo, igual se consiguen vídeos que satisfacen hasta cierto punto o fotos, pero si se quiere dar un paso más, perpetrar una agresión sexual, se tiene que estar cerca. Además, el lenguaje también limita bastante y aquí se habla generalmente con gente en castellano o en euskera.
– Recientemente la Ertzaintza ha trabajado en dos casos públicos que han tenido como protagonistas las redes sociales: uno de ellos era un suicidio colectivo en tres países, que finalmente se frenó, y varias denuncias sobre el macabro juego ‘la ballena azul’. ¿Se dan muchos de estos casos?
– No hay muchos. Concretamente de ‘ballena azul’ hemos tenido seis denuncias en el País Vasco. Estamos investigándolas, aunque los inductores, en principio, no parece que sean de Euskadi. Hay que mandar un mensaje de tranquilidad. No hay tantos como la gente piensa. Para caer en este tipo de situaciones, hay que tener una predisposición previa.
«La Ertzaintza ha recibido seis denuncias del juego ‘la ballena azul’ que investigamos»
– ¿Prohibir el uso de los móviles o los ordenadores es una medida oportuna?
– No. No hay que prohibir. Los adultos tenemos lo que yo llamo amnesia parental; cuando tenemos un hijo se nos olvida que hemos sido adolescentes. Cuando veo cosas que hace mi hija, me reconozco. Lo que hay que hacer con los niños es acompañarles, hablarles de los riesgos, explicarles por qué no deben entrar en determinadas páginas. Si logramos tener confianza con nuestros hijos, van a ser ellos los que nos alerten de futuros peligros, de que nos enseñen nuevas aplicaciones o redes sociales.
– Así que su hija le ayuda en su trabajo.
– Mi hija y sobre todo los chavales que van a las charlas que ofrecemos en los centros educativos. Nos preguntan por aplicaciones que no conocemos, las investigamos, vemos si es buena o mala y les orientamos.
– Otro de los casos de acoso por internet es el ciberbullying que se suele hacer entre adolescentes e incluso niños. ¿Cómo se puede actuar en casos donde las dos partes son menores?
– Es complicado. La ley penal española marca que hasta los catorce años se es impune, y de catorce a dieciocho años la ley del menor es una ley penal restringida, con castigos leves y muchas veces no reciben el escarmiento. Creo que deberían ser más proporcionales al delito y ajustar las penas según qué conductas. También hay que trabajar en la educación. Entre menores hay que potenciar la empatía, ponerse en el lugar del otro, no hacer nada que no queremos que nos hagan. En casos de ciberbullying lo mejor es que los padres hablen entre sí para solucionarlo. Si no es posible, está la vía educativa con el protocolo de acoso que tiene el Departamento de Educación del Gobierno Vasco. En casos extremos, llegar el ámbito judicial, que se denuncie a la fiscalía o a nosotros para actuar penalmente. El problema que tiene esta medida es que nosotros no podemos solucionar el sufrimiento de la víctima.