Cuando son ellos los que se quedan en casa

Cuando son ellos los que se quedan en casa

Cuatro hombres (socios de Hirukide) cuentan por qué decidieron sacrificar parte de su carrera laboral para quedarse con los niños.

EL CORREO. Lo contamos porque todavía es excepcional. Que ellos cojan parte de la baja maternal, que ellos pidan excedencia en el trabajo, que ellos reduzcan su jornada para llegar a tiempo a recoger a los niños del cole… Normalmente estas cosas las hacen ellas. Hombres y mujeres están lejos aún de repartirse equitativamente las tareas del hogar y el cuidado de los chavales. Cuatro vascos explican las razones que les decidieron a aparcar temporalmente su carrera laboral para dedicarse al cuidados de los pequeños. No es que estén dando explicaciones, es que quieren que cunda el ejemplo.

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Íñigo González (44 años, 4 hijos)
«El cuerpo me pedía quedarme a cuidar de mis hijos»

No era mala idea lo de la guardería, y Markel iba encantado, pero se arrepintieron enseguida. «Podíamos haber cogido excedencia alguno de los dos, así que con Ander no lo dudamos. La cogió mi mujer». Luego llegaron los gemelos, Beñat y Unai, que fueron grandes prematuros y pasaron dos meses en el hospital. «La Seguridad Social ofrece una licencia para cuidado de hijos en esas circunstancias, pero aún así tenía que ir a trabajar media jornada. Así que pedí una reducción del 50% para poder quedarme seis meses en casa. Y el siguiente medio año cogí reducción de jornada», relata Íñigo González, de 44 años, padre de cuatro hijos.

Viven en Barakaldo pero él trabaja en Bilbao, en la Diputación. Allí no le pusieron peros, pero algún comentario ya oyó: «Yo salía antes que los demás y a veces me decían: ‘¿ya te vas? No en plan mal ¿eh? Y yo decía: ‘Que me voy a cuidar de mis hijos, no me voy de vacaciones’». Casi le molesta más lo contrario, que le aplaudan. «Es que no estoy haciendo nada especial, son mis hijos y, por tanto, es mi obligación cuidarles. Y es que si no lo haces, si no estás los primeros meses con ellos, te pierdes muchas cosas. El contacto con ellos es super importante».

Una alternativa es compartir la baja maternal, pero esa fórmula no le convence a Íñigo. «No estoy de acuerdo con que la madre deba ceder parte de su tiempo al padre. Debería ser una cosa de los dos. Pero todavía hay una carga social, cierto desprestigio que soportan los hombres que cogen excedencia». En su empresa los compañeros ya disfrutan de cuatro meses de permiso y mientras Íñigo les mira «con envidia» otros no lo ven así. «El género masculino es muy cómodo, en el trabajo he oído a gente decir: ‘¡Uff, menos mal que a mí no me ha tocado porque estar cuatro meses en casa con los niños…!’. Me parece una falta de compromiso por parte de los padres».

Íñigo ya trabaja a jornada completa «porque alimentar cuatro bocas…» pero cuando nacieron sus pequeños ni lo pensó. «El cuerpo me pedía quedarme en casa con ellos». Ahora que ya van creciendo él y su mujer, que también es funcionaria, dedican todo su tiempo libre a los chavales. «Me encanta llevarles a las extraescolares. Hacen baloncesto, fútbol, danzas vascas… Es maravilloso verles jugar».

 

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Pedro Ibarrola (45 años, 3 hijos)
«Teníamos claro que no íbamos a ‘tirar’ de los aitites»

Los aitites de Telmo (11 años), Martín (8) y Valentina (5) están para disfrutarlos. Pero de cuidarlos se encargan sus padres. «Cuando nos planteamos ser padres tuvimos claro que íbamos a recurrir a los abuelos lo menos posible. Me sorprende ver la cantidad de aitites y amamas y cuidadores que van a llevar y recoger a los niños al cole. No lo critico ojo, creo que mi mujer y yo somos privilegiados por poder llevarles nosotros, pero también es una cuestión de prioridades», advierte Pedro Ibarrola, vecino de Amurrio de 45 años. Trabaja como médico en un colegio de Loiu, donde también da clases de Biología y Geología.

Tienen tres niños y con el segundo ya compartieron el permiso de maternidad. «Con la tercera mi mujer se ha cogido solo los días obligatorios por ley y el resto me lo ha cedido a mí». Su caso es excepcional pero ellos lo viven «con absoluta normalidad». «Ella trabaja en el animalario de la Universidad del País Vasco y tiene un horario más flexible que el mío, de ahí que se incorporara antes que yo a trabajar». La idea es estar todo el tiempo posible con los niños. «Me encanta cuando nos vamos de vacaciones, esas mañanas de sol en la playa haciendo castillos o bañándonos…». Y todas las rutinas del día. «Nuestra prioridad son ellos siempre y yo nunca dejo de ir a buscarles al colegio por estar haciendo otra cosa. He escrito tres libros y a veces estoy enfrascado en un capítulo, lo quiero acabar, pero paro y me voy a por los niños. Intentamos ir a buscarles los dos juntos».

La idea es «ir en todo al cincuenta por ciento». Y ellos practican con el ejemplo. La pelea es que poco a poco lo vayan haciendo los demás. «Todavía hay hombres que piensan que qué van a decir si su mujer les cede parte de la baja. Igual no lo verbalizan pero lo piensan». ¿Y qué pensarán cuando Pedro les cuenta su caso? «Yo no espero ni críticas ni alabanzas por elegir quedarme con mis hijos».

 

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Íñigo Ochandiano (45 años, 5 hijos)
«Hay hombres que van a trabajar incluso antes de acabar el permiso de paternidad»

Nico llegó con cinco meses de un hogar de acogida y no les dio una mala noche. «Venía con una rutina de sueño y de comida maravillosa, clavaba las horas», pero Íñigo Ochandiano (Berango, 45 años) quería disfrutar del chiquillo igual que su mujer, que le cedió «unas semanas de su baja». «Entre que el bebé era adoptado y que compartimos la baja nos volvimos locos con el papeleo pero al final pudimos hacerlo». Nico, que hoy tiene ya 15 años, no tenía ni 3 cuando llegaron las mellizas, Merche y Cristina, que además fueron prematuras y pasaron un tiempo en la incubadora. «Llegamos a casa y vimos que dos manos no llegaban para todo, así que cogí una excedencia de dos meses y luego las vacaciones de verano».

Con Juncal, la cuarta, Íñigo, que es profesor, optó por la reducción de jornada. «A las dos cerraba el chiringuito y estaba con los niños. Además, en esa época nos cambiamos de casa y tener tiempo libre me permitió ocuparme de las obras del nuevo piso y mi mujer tuvo tiempo para estudiar porque al poco de dar a luz se presentó a las oposiciones, trabaja en Osakidetza». Se habían apañado fenomenal hasta la fecha y decidieron ampliar un poco más la familia y adoptar a Christian, que ya tiene 5 años. «Negocié con la empresa coger el permiso más tarde para poder hacer el periodo de adaptación del pequeño en el colegio en septiembre».

Sabe que su situación en cierto modo es privilegiada: «Los chavales estudian en el mismo colegio donde yo trabajo y a los pequeños les llevo y les traigo yo porque tenemos el mismo horario», pero además de eso, Íñigo es un convencido ‘militante’ en favor de la igualdad. «Es ilógico que en una sociedad en la que el hombre y la mujer trabajan por igual los hombres no tengamos el mismo tiempo de permiso». Peor aún. «Hay hombres que si tienen 18 días a los quince están trabajando porque dicen que el niño y la madre están bien. Pero si no disfrutamos ni siquiera de los días que nos permite la ley lo que estamos dando a entender es que esos días no hacen falta».

Y vayan si hacen falta. «Yo he cambiado tantos pañales como mi mujer, o más y cuando lloraban los críos por la noche siempre era el que me levantaba. Incluso ahora cuando están malos de noche me llaman a mí», cuenta Íñigo, que ha pasado muchas de esas noches. «Ha habido épocas en las que no sabía muy bien ni dónde me había dormido, si en la cama o en el sofá». Y ni una de esas noches las cambiaba por nada.

 

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Jesús María Alonso (41 años, 3 hijos)
«Podía haber crecido más laboralmente, pero no me compensaba»

A Jesús María Alonso (Vitoria, 41 años) le salen las cuentas a final de mes. «Podía ganar más, pero pasaría menos tiempo con mis hijos». Son tres: Lucas (7 años), Pablo (6) y Sara (4). Tiene una empresa de desarrollo de materiales para hospitales y aunque su horario es de 9.30 a 17.30, en medio hace la compra, lleva a los niños al médico o lo que sea. «Soy autónomo y hace ya cuatro años contraté a alguien para que hiciera parte de mi trabajo, lo que me permite una flexibilidad horaria magnífica. O no ir a trabajar si se ponen los niños malos».

Mantiene con mucha razón que «los críos no van a ser más felices porque yo tenga más dinero» y a él le parecen oro «esos momentos de la mañana, recién levantados, o cuando se acurrucan en el sofá y se quedan dormidos». Ni el sueldo más abultado le paga esos ratos. No conoce otros hombres que hayan sacrificado parte de su vida laboral por el cuidado de los niños. Pero ejemplos contrarios no faltan. «Un día un cliente mayor que tengo me decía que sus hijos se habían pasado la infancia en brazos de la criada». Los suyos no. Está separado y comparte el cuidado con su ex mujer y con su nueva pareja, que no tiene flexibilidad horaria pero trata de estar con los chavales también todo lo que puede.

«Los hijos exigen mucha dedicación y yo siempre he tenido claro que quería cuidarles. No puede ser que a la edad de disfrutarlos, con 4 ó 6 años, estén con una canguro».

– ¿Alguna vez te has sentido cuestionado por haber sacrificado parte de tu carrera laboral?

– Nunca. ¡Solo faltaba que alguien me dijera que tenía que haber trabajado más! ¿Podía haber crecido más laboralmente? Pues sí, pero nunca me ha compensado.