Después de tocar el cielo deportivo con la medalla de oro olímpica y mundial de waterpolo, bajó a los infiernos de la droga y las adicciones. De ahí logró salir gracias a terapia, voluntad y apoyo familiar, convirtiendo este proceso en motor de su vida profesional, hasta convertirse en asesor y experto en prevención y tratamiento de las adicciones y la violencia filio-parental. Presentador durante siete temporadas del programa televisivo Hermano Mayor, ha escrito 10 libros y es un reconocido conferenciante motivacional.
“Hemos de educar y querer a los hijos o hijas que tenemos, no a los que nos gustaría tener”
“yo prefiero que mis hijas sean responsables, con juicio crítico, con habilidades emocionales y sociales, antes que obedientes y sumisas sin capacidades para valerse por sí mismas”
En alguna ocasión se ha definido como “Pedro, el que aprendió de sus errores y se formó para ayudar a los demás”.
Hay cosas en la vida que se aprenden tras fallar en ellas, es más, se habla más de las derrotas que de las victorias. En mi caso, gracias a haberme equivocado mucho y a haber perdido muchas finales, he podido experimentar y vivir las dos caras de la moneda, la del éxito y la cara que nadie quiere, la de la derrota; que sin embargo es la que me ha enseñado las herramientas que ahora uso en mi día a día para seguir ayudando a personas y familias que necesitan ser acompañadas. La combinación de lo vivido, de lo estudiado, y por lo tanto de lo aprendido, es la que me hace ser la persona que ahora soy, capaz de ayudar en procesos de cambio a mucha gente.
Porque, ¿se aprende más de los éxitos o de los fracasos?
Se aprende de los dos, aunque pienso que, como se nos educa desde el dolor, quizá estamos más acostumbrados a que lo malo, o lo que interpretamos como malo, se quede grabado más en nuestro cerebro y quizá por miedo o por no querer volver a sentir ese malestar, nos acordamos más de los malos momentos y lo que nos enseñaron, para de esta manera no volver ahí. Aunque el éxito tiene también su lado de aprendizaje por lo que tiene de gratificante, desde la gratificación también se aprende.
¿Y es el miedo al fracaso propio o de los hijos/as, el que nos hace equivocarnos a veces a los padres en nuestra educación?
Padres y madres educamos lo mejor que sabemos y en ese “lo mejor que sabemos”, a veces el resultado que obtenemos no es el que esperábamos. Es cierto que a veces queremos que nuestros hijos e hijas sean como nos gustaría que fueran y cuando no es así, nos frustramos como papás y mamás, sin entender que hemos de educar y querer a los hijos o hijas que tenemos, no a los que nos gustaría tener.
¿Cuál es el mayor error que solemos cometer?
La sobreprotección es un error muy común en educación actualmente. Mal entendemos querer a nuestros hijos e hijas de manera incondicional, con el permitir que hagan lo que quieran, sin consecuencias y anticipándonos a resolverles cualquier situación antes incluso de que surja, impidiendo que desarrollen sus propias habilidades para enfrentase a la adversidad y resolver conflictos. Mediante el modelo educativo sobreprotector fomentamos su tiranía y la incapacidad para valerse por sí mismos el día de mañana, les hacemos discapacitados para vivir en sociedad. Con esto no digo que no haya que acompañarlos de forma amorosa y afectiva para que sientan que la familia puede ser su red de apoyo si la necesitan, pero tienen que aprender a manejarse ante la adversidad y gestionar la frustración que aparece cuando las cosas no van cómo quieren.
¿Y cómo enseñar a nuestros hijos/as a gestionar sus emociones, el fracaso o esa frustración?
Lo primero es dejar de usar el chantaje, la amenaza y el castigo como forma para conseguir que se comporten como nos gustaría. Lo segundo es que los adultos seamos el referente, el espejo donde se puedan mirar. Lo tercero sería que como modelos que somos, también tengamos habilidades emocionales para, desde ahí, enseñarles a autorregularse, entendiendo que hasta los ocho años nos necesitan para ello. Después es cuando tienen ya que haber aprendido qué es una emoción, qué es un sentimiento y cómo se regulan tanto lo uno como lo otro.
Pero hemos llegado al punto que hasta suena antiguo o autoritario lo que dice el artículo 155 del Código Civil: los hijos/as deben obedecer y respetar a sus padres y ayudarles a liberar las cargas del hogar…
Lo primero que cambiaría del código civil es lo de la obediencia y lo sustituiría por responsabilidad, yo prefiero que mis hijas sean responsables, con juicio crítico, con habilidades emocionales y sociales, antes que obedientes y sumisas sin capacidades para valerse por sí mismas. Sí es cierto que, para convivir dentro del ámbito del hogar, y en la sociedad en general, nos hemos dado unas normas y unos límites de obligado cumplimiento, pero como digo han de ser obedecidos desde la comprensión y no desde la imposición, aunque lamentablemente, algunas personas sólo entienden el autoritarismo como modo de acatar las normas. Hay personas que funcionan mejor desde modelos educativos conductistas y otras desde modelos educativos más abiertos, depende de cada persona.
¿Y qué importancia tiene el entorno familiar en la prevención de adicciones?
El desarrollo de la enfermedad de adicción viene dado por multitud de factores. LA OMS en su lista de factores de protección habla de que una estructura familiar ordenada puede actuar como factor de protección, aunque siendo sincero y basándome en mi experiencia de más de veinte años, puedo decir que incluso con una estructura y un ambiente familiar ordenado, hay personas que desarrollan adicción. Esto es debido a que hay un factor genético que predispone que unas personas, en las mismas condiciones familiares estables, sí desarrollen adicción, y otras no.
¿Qué son las adicciones comportamentales o sin sustancia y cuáles se dan principalmente en los jóvenes?
Se denominan adicciones comportamentales las que no tienen que ver con el consumo de sustancias psicoactivas (drogas legales e ilegales). Son aquellas que tienen que ver con las compras compulsivas, con los trastornos de alimentación (Bulimia y Anorexia), con el uso abusivo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (Internet, redes sociales, videojuegos), la ludopatía, la adicción al sexo, vigorexia, etc. En la población adolescente y joven se están dando más casos de adicción a Internet, redes sociales, videojuegos y las que tienen que ver con la conducta alimentaría.
Usted colabora en el Proyecto FES. ¿En qué consiste y cuáles son sus acciones más destacadas?
El proyecto FES es una campaña de prevención de adicciones comportamentales en adolescentes, que nace con el objetivo de fomentar y favorecer un ocio alternativo a las pantallas, de fomentar su uso saludable y de recordar que los juegos de azar están vetados para menores de 18 años. Está dirigido a menores de entre 12 y 17 años y a sus familias, para propiciar el acompañamiento familiar. Las siglas F.E.S. muestran sus tres ejes:
En formar: dotar de los conocimientos necesarios sobre el entorno digital donde se desarrollan las interacciones de jóvenes y no tan jóvenes.
En educar: se hace hincapié en los valores que deben regir el uso ético de las tecnologías.
En sensibilizar: si bien las Tecnologías de la Información y de la Comunicación nos ofrecen un sinfín de oportunidades y ventajas a la hora de comunicarnos, entretenernos, sociabilizar y multitud de posibilidades más, también entrañan muchos riesgos que se pueden prevenir para no desarrollar dependencia.
¿Y puede cualquier centro escolar u organización solicitar los servicios o formación del proyecto FES? ¿cómo?
A través de HIRUKIDE: por el acuerdo firmado entre HIRUKIDE e HIRUGAZTE y la Plataforma para el Juego Sostenible, se pueden hacer partícipes de los contenidos del Proyecto FES a las entidades relacionadas con aquéllas y que así lo soliciten, que podrán comenzar la campaña por su cuenta, organizando charlas con los jóvenes y talleres con las familias.
Ya se ve que es mucho lo que podemos aprender en nuestro próximo congreso, tanto en la conferencia para padres, como en la charla con jóvenes. Hasta entonces, muchas gracias.