Tania Fraile

Tania Fraile

Ponente de nuestras charlas formativas de este año, Tania es psicóloga experta en atención infanto-juvenil. Su video conferencia se centrará en las Normas y límites en el sistema familiar, temática sobre la que nos hace un pequeño adelanto en esta entrevista. 

  

Así como la norma funciona como guía y referencia, los limites delimitan la zona de peligro avisando como una señal

No tener límites o ser incapaz de manejarse con ellos, les convierte en personas mucho más vulnerables

Nunca se puede dejar de sentir que debajo de todo está el cariño del vínculo que da SER FAMILIA.

 

¿Qué son las normas dentro del hogar y para qué sirven?

Las normas dentro de un hogar son parte del mismo, aunque en ocasiones no seamos conscientes y no las hayamos puesto aportando el gran significado que tienen. Son la gran herramienta educativa dentro de un hogar, es uno de los principales recursos que tenemos a la hora de ir sembrando las guías y los patrones que ayudarán a crecer a los hijos/as. Tener un hijo/a nos obliga a buscar la manera de presentarles el mundo donde van a crecer y desarrollarse y esta tarea nos hace responsables de contenerles en ocasiones, apoyarles ante los retos y dotarles de diferentes caminos que puedan elegir con la conciencia de tomar decisiones, de tener valores que puedan tener en cuenta y recursos que puedan utilizar para poder manejarse a lo largo de su crecimiento.

Las normas serán esas referencias, serán esas guías que les acompañarán en su camino. Si somos conscientes de cómo y en qué momento las ponemos, con qué sentido las elegimos, a qué edad nos estamos dirigiendo y cuál es el significado que tienen en ese momento, todo es más fácil; le damos coherencia a la herramienta y por tanto le damos sentido al hecho de que existan estas guías y estas referencias dentro de un hogar.

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¿Son necesarios los límites?

Siempre que utilizamos las normas dentro de un hogar tenemos asociado un límite a las mismas. Son dos herramientas educativas que van asociadas, que están emparejadas y que en cierta manera carecen de sentido si no están asociadas.

Así como la norma funciona como guía y referencia, los limites delimitan la zona de peligro avisando como una señal, obligándonos a parar en ciertas ocasiones. Esa parada a veces, y dependiendo de la edad en la que estén nuestros niños/as, sirve como un momento de reflexión y ayuda a pensar, a ordenar el camino y revisar si algo no ha funcionado. Ir más allá y entender el porqué no ha salido bien, es el gran reto que implica la madurez de poder hacerlo por ellos/as mismos. Pero en un primer momento esto solo será posible con nuestra ayuda y la gran tarea como educadores que es ayudar a pensar y a sacar conclusiones de las consecuencias de nuestros actos; solo así llegamos a elaborar el concepto de responsabilidad.

El gran reto a la hora de educar es definir los límites, señalar las pautas, los caminos posibles y los que no lo son, creando entre todos un marco conocido y explicado que nos permita convivir en armonía y crecer y madurar como personas que un día serán autónomas.

Y, por tanto, ¿es positivo ponerlos?

Es positivo siempre poder parar, para poder pensar dónde estamos y qué estamos haciendo, cómo nos está haciendo sentir una situación o que necesitamos para poder salir de un problema. La dificultad es que nadie nace con la conciencia de limite y a determinadas edades como la adolescencia es aún más complicado poder hacerlo y poder parar y pensar en todo esto. Los limites les ayudan a auto regularse, a corregir determinados comportamientos poco adaptados o bien a poder aceptar que existen situaciones peligrosas que deben parar. La familia tiene esa tarea de crear ese espacio necesario de contención y de desarrollo antes que nadie.

Los límites luego también serán externos; estarán en el colegio, en los amigos y en la sociedad de forma general poder entenderlos y respetarlos será necesario para ellos/as. Es engañoso el lema que a veces tienen en la cabeza de “yo hago lo que quiero”. Eso no es verdad. Eso nunca será cierto, ya que harán lo que puedan dentro de un marco de actuación y podrán decidir en función de su edad cómo lo quieren hacer o cómo han pensado que podrían hacerlo de una mejor forma o preferencia. Esa es la gran elección; ahí reside la gran libertad de poder elegir en función de la edad y asumir el reto de tomar sus primeras decisiones sobre cómo relacionarse con los amigos/as, cómo es su comportamiento con ellos/as, cómo manejan sus estudios, qué actividades les entretienen y les gusta realizar….

No tener límites o ser incapaz de manejarse con ellos, les convierte en personas mucho más vulnerables ante estas situaciones, pudiendo desarrollar baja tolerancia a la frustración cada vez que escuchen un no o sientan una negativa ante sus deseos. Eso siempre es difícil y lo será más aún si no se han manejado con ellos. Sentirán más dificultad para poder gestionar los conflictos porque tratar de hacerlo les generará más estrés por sentir que no saben hacerlo, que no tienen experiencia que no pueden tomar referencias de situaciones anteriores.

¿Somos conscientes los padres y madres de la importancia de establecerlos?

Creo que todo padre y madre aportan lo mejor de sí mismos a la hora de educar y de crecer junto a sus hijos/as, pero en ocasiones hace falta más calma y más paciencia porque las rutinas sin darnos cuenta a veces nos absorben. No siempre se ponen las normas y los limites con la plena conciencia de cómo ponerlos, cuáles tienen sentido y que objetivo perseguimos en cada momento. El día a día nos hace tener pocos espacios de calma, que nos permitan poner en común cómo queremos hacer y que sean consensuados por parte de la familia antes de establecerlos.

¿Y cómo sabemos dónde y qué limites debemos poner? ¿Deben consensuarse con los hijos/as como a veces se indica?

Los limites tienen el objetivo de prevenir de las zonas de peligro, ese es el gran objetivo. Pero en función de cada edad debemos ser conscientes de que el escenario social, el espacio de desarrollo donde están creciendo es distinto y surgen por tanto diferentes necesidades y dificultades. Desde las más primarias en edades tempranas, sobre saber si puedo subirme a ese tobogán y si podrá bajar una vez esté arriba, hasta poder manejarme en una disputa con mis amigos/as si no hago lo mismo que ellos/as… Si las normas y los limites no los acompañan en estas situaciones, quizás no tengan el sentido que esperamos, que es que les sirvan como referencias y como guías ante estas dificultades.

Necesitan conocer nuestras expectativas más allá de aprobar el curso; la expectativa en el día a día, por ejemplo, en cómo esperamos que puedan organizar sus tareas, su orden, sus horarios y toda esto ayudará a la expectativa última de ver aprobado el curso. Pero el camino, el cómo hacerlo es la clave para alcanzar con mayor probabilidad el éxito del aprobado.

Las normas le ayudan a tener referencia de cómo hacerlo mejor y así obtendrá la seguridad de que nuestra expectativa es alcanzable, que tiene referencias para poder hacerlo y además le apoyaremos en creer y utilizar sus recursos y capacidades para lograrlo. En función de la edad lo haremos pudiendo poner en común con ellos/as nuestro marco de convivencia y podremos negociar si vemos que pueden asumir con responsabilidad situaciones poco a poco y con responsabilidad y capacidad de poder hacerlo. Esto ayuda a madurar y a hacerles sentirse protagonistas de su desarrollo, cuando es posible y hay opciones estas situaciones resultan altamente positivas.

¿Con qué edad debemos empezar?

Podemos empezar cuando el niño/a tiene capacidad de poder entendernos y es consciente de sí mismo y de su pertenencia al sistema familiar. En torno a los 3 años podemos mostrarles sus capacidades en acciones que les hacen sentirse parte de la familia. Hecho que además les hace sentirse especiales y les dota de identidad realizando pequeñas acciones, como recoger sus juguetes con nuestra ayuda, poder con nuestra ayuda coger utensilios para comer etc… De nuestra mano y con nuestra mirada sobre ellos es interesante poder ayudarles a crecer dentro de la familia.

Partiendo del hecho de que hay edades y situaciones complicadas, ¿es posible conjugar normas y cariño?

Esto es importantísimo tenerlo siempre en nuestra cabeza, como referencia y como objetivo. No es solo qué normas y limites queremos poner, sino cómo ponerlas es la clave. Nunca se puede dejar de sentir que debajo de todo está el cariño del vínculo que da SER FAMILIA.

Tenemos un poder importantísimo que nos da la capacidad de atravesar la piel y llegar al corazón y la cabeza de las personas y es la comunicación. Una herramienta básica que debemos poner en común con la edad de la persona que tenemos en frente y que sin ella no hacemos nada interesante, puesto que lo que no entendemos y no llega con cariño cuesta mucho entenderlo, pero más aún respetarlo. La comunicación es un aspecto de gran importancia en todo momento, en toda situación, pero más aún dentro de la familia.

Porque, a cualquier edad, ¿castigos sí o castigos no?

Personalmente creo más en el concepto de consecuencia que de castigo. Creo que para convertirnos en personas responsables debemos entender que nuestras conductas y decisiones conllevan consecuencias positivas y negativas también. No siempre nos gustarán, pero debemos asumir que las consecuencias son nuestras, nos pertenecen y debemos asumirlas como propias. Todo puede cambiarse, mejorarse o mantenerse si las consecuencias nos han gustado y creemos que queremos mantenerlas.

Para acabar, ¿qué consejos básicos nos darías a las familias que tenemos hijos/as de varias edades diferentes y que tanto nos cuesta a veces fijar límites y seguir normas…?

En primer lugar, que tengan muy en cuenta los distintos momentos del desarrollo, características de cada edad, necesidades, dificultades y rasgos propios de cada momento.

Y por último, considero muy importante que se sientan diferentes, únicos y especiales. Cada hijo/a es un mundo y más allá de la diferencia de edad está la diferencia de cada uno de ellos. Hacerles sentirse únicos y especiales para que, al margen de las normas y límites generales que forman parte del hogar, tengan unos propios que les pertenecen a cada uno/a. Por ejemplo, todos pueden tener horario de llegada a casa, pero cada edad tendrá un horario distinto basado en su edad y responsabilidad en el manejo del mismo.