Begoña Ibarrola

Begoña Ibarrola

Ponente de nuestras próximas charlas formativas

En un momento histórico como el del confinamiento de la población en sus casas a causa del coronavirus, entrevistamos a la psicóloga Begoña Ibarrola, experta en educación emocional y autora de numerosos libros, entre los que destacan sus cuentos. Estos días, son miles las familias que están leyendo con sus hijos/as sus Cuentos para sentir, sus Cuentos para educar a niños felices y sus Cuentos para descubrir inteligencias. 

 

Nunca debemos ridiculizar ni reprimir las emociones de nuestros hijos.

Los cuentos sirven como herramienta de educación emocional,
casi siempre enfrentan al lector con conflictos y le ayudan
a ver las consecuencias de los actos.

Gestionar emociones es más fácil cuando en el ambiente familiar
existe el respeto a cada miembro de la familia, los hijos se sienten
seguros y amados de forma incondicional.

Es una gran oportunidad de conocernos mejor y conocer a los
miembros de la familia, y estrechar lazos afectivos más sólidos.

 

Si en cualquier situación sería interesante e importante hablar de educar los sentimientos y la educación emocional, en un momento de confinamiento, en el que se multiplican las relaciones personales y familiares dentro de un hogar, ¿cuánto más lo será ahora, no?

Precisamente en estas situaciones es donde se valoran más determinadas habilidades emocionales como la conciencia emocional, el autocontrol, la empatía, la resiliencia, etc. Pero son habilidades que no se improvisan, sino que deben desarrollarse desde bien pequeños y entrenarlas todos los días; ahora tenemos muchas oportunidades para hacerlo. Como la educación emocional es un factor de prevención primaria inespecífica, en estos momentos la inteligencia emocional sirve como escudo al miedo, al estrés, a la depresión o a la ansiedad, no negando o censurando las emociones que sintamos, son normales y variadas, pero sabiendo como enfrentarnos a ellas y cómo salir de ellas.

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 ¿Y en qué consiste la inteligencia emocional? ¿Cuáles son sus claves?

Mayer y Salovey, los primeros en utilizar este término, definen la Inteligencia Emocional como la capacidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud; la capacidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la capacidad para comprender emociones, tanto propias como de los demás, y la capacidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual. Para Goleman las claves de inteligencia emocional son, en este orden:  Autoconocimiento y conciencia emocional, autocontrol y regulación emocional, automotivación, empatía y, por último, gestión de las relaciones.

 Pero ¿hasta qué punto son educables las emociones?

Las emociones se pueden y se deben educar, pero este debe ser un proceso continuo que permita el desarrollo de determinadas competencias emocionales necesarias para aprender a ser nosotros mismos y a convivir con los demás, las cuales acabo de nombrar. La educación emocional es un proceso educativo permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral. Para ello se propone el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las emociones con objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana. Todo ello tiene como finalidad aumentar el bienestar personal y social.

¿Y cómo podemos los aitas y amas cultivar la inteligencia/educación emocional y fomentarla?

En primer lugar, es necesario legitimar todas las emociones que sienten, tanto adultos como niños; acompañar a nuestros hijos en su alegría, consolarles cuando están tristes, entender sus enfados y aportarles herramientas para entrar en calma, comprender sus miedos y protegerles, a la vez que los animamos a enfrentarse a ellos. Nunca debemos ridiculizar ni reprimir las emociones de nuestros hijos. 

En definitiva, para ayudar a nuestros hijos a tener una buena gestión emocional, primero, deben aprender a nombrar las emociones. Cuando ponen nombre a sus emociones, empiezan a poderlas manejar. Deben aprender a regular su expresión, es decir, a expresarlas de manera adecuada, sin reprimirlas, pero tampoco haciendo daño a otros con su expresión.

Les tenemos que enseñar a entrar en calma y a manejar la frustración, un aspecto muy importante para el bienestar y que cada vez está menos presente en los niños, porque se la van a encontrar en su día a día y no la podemos evitar. Y, por último, aprender a pensar en positivo y a ser resilientes. Todas las oportunidades de la vida, del día a día, pueden ser oportunidades para una buena educación emocional, y más aún en estos momentos.

¿Es posible empezar a practicarla con hijos/as ya adolescentes?

Los adolescentes de hoy están expuestos a nuevos problemas como la soledad, el ciberbullying, la ansiedad, la falta de tiempo para aburrirse y ser creativos, para reflexionar. Por eso son muy vulnerables y su salud mental es más frágil en estos momentos. Se observa un aumento de problemas de estrés, ansiedad, depresión, porque les faltan herramientas de gestión emocional, no saben manejar la frustración, la tristeza ni el miedo y, en general, no conocen bien su mundo interior, aunque conozcan muchísimo de su mundo exterior. Por eso, no solo es posible enseñarles a ser emocionalmente inteligentes, sino que es una necesidad.

¿Cuáles son los resultados de un buen trabajo en Inteligencia Emocional?

Se ha demostrado que una persona que ha desarrollado su I.E. es más madura, sabe hacer frente a los retos que la vida le depara con buen ánimo, conoce su mundo emocional, sabe gestionar todo tipo de emociones y es capaz de cambiar su estado emocional interno cuando no es el adecuado. Sus relaciones sociales son más satisfactorias, es empática y sabe trabajar en equipo a la vez que su forma de comunicarse es asertiva y respetuosa. Tiene una buena autoestima y se pone metas y objetivos realistas, que intenta conseguir con esfuerzo y constancia. Todo ello le ayuda a tener un mejor nivel de bienestar personal, que a la larga redunda en una mejora de la sociedad.

¿Y qué papel pueden jugar los cuentos y los libros en toda esta educación?

Los cuentos sirven como herramienta de educación emocional.  Los sentimientos y las emociones son medios con los que el ser humano se relaciona afectiva y emocionalmente con su entorno, por eso es necesario aprender a expresarlas adecuadamente. Los relatos nos permiten observar ese arco iris de relaciones, que es la vida con los otros, y nos enseñan también a convivir y a sentir la interdependencia. Los cuentos casi siempre enfrentan al lector con conflictos y le ayudan a ver las consecuencias de los actos. Toda acción tiene una consecuencia y a menudo en la vida una expresión de emociones descontrolada tiene consecuencias muy negativas y dañan a las personas que tenemos alrededor. La expresión adecuada de lo que sentimos, mejora la convivencia y nos convierte en personas más respetuosas.

Según todo esto, ¿no debería la educación de las emociones formar parte de los objetivos pedagógicos de todos los centros educativos?

Las emociones son una parte esencial de la experiencia humana y antes que seres pensantes somos seres sensibles. Sin embargo, las emociones han sido temidas y despreciadas en la cultura humana, que ha procurado tenerlas bajo control, a veces negándolas e incluso dándoles la espalda con el pretexto de que somos seres racionales. Esto ha favorecido su represión y no darles el espacio y la importancia que merecen en el proceso educativo.

Desde hace ya unos años, ya casi 25, se está comenzando a incorporar al mundo de la escuela. Yo llevo dando formación a profesores en este tema desde 1996. Es una buena noticia saber que, en la Comunidad Canaria, por ejemplo, existe una asignatura de libre configuración que se denomina Educación emocional y de la creatividad, y también que en Castilla-La Mancha, se evalúa una novena competencia en los alumnos, la competencia emocional. Tengo constancia de que en muchos centros educativos abordan la educación emocional de los alumnos como un objetivo prioritario y eso me llena de satisfacción.

Al margen de causas mayores, ¿puede haber relación directa entre los fracasos familiares y la falta de inteligencia emocional? (entre la pareja, con los hijos/as, entre hermanos/as…)

Si, por supuesto, hay muchas investigaciones y tesis doctorales que así lo demuestran. No es el único factor, por supuesto, pero sí uno de los más importantes.

Si siempre se comenta que las vacaciones y el verano es el momento con mayor número de rupturas y conflictos familiares, ¿qué consejos nos daría ahora que estamos viviendo mucho más intensamente las relaciones familiares?

Gestionar emociones es más fácil cuando en el ambiente familiar existe el respeto a cada miembro de la familia, los hijos se sienten seguros y amados de forma incondicional, si hay escucha atenta por parte de los adultos, pero también límites y normas claras, consuelo, apoyo y empatía.

No cabe duda de que esta situación nos reta a todos, adultos, adolescentes y niños. No podemos blindar a los hijos, ni debemos sentirnos culpables si aparecen momentos de irritabilidad o perdemos los nervios, pedir perdón forma parte de una buena convivencia familiar. Solo podemos darles herramientas para hacer frente a las dificultades y ayudarles a que confíen en sus propios recursos internos, recursos como el humor, el optimismo, la ilusión, la esperanza, la creatividad, etc. que pueden desarrollarse como antídotos emocionales frente al virus.

Por último, ¿qué podríamos sacar de positivo y constructivo de toda esta experiencia?

Debemos tener en cuenta que la fortaleza frente a la adversidad es un rasgo de la personalidad humana y por tanto es bueno reconocer que podemos salir fortalecidos de esta situación los adultos y también nuestros hijos si les ayudamos. Un buen manejo de esta situación nos va a permitir ser más resilientes, más solidarios, más empáticos, seguramente cambiar nuestra escala de valores y seremos capaces de establecer relaciones más sinceras y generosas con los demás. Pienso que es una gran oportunidad de conocernos mejor y conocer a los miembros de la familia, y estrechar lazos afectivos más sólidos.

Eskerrik asko Begoña. Esperamos verte en otoño en nuestras charlas formativas.